viernes, 23 de noviembre de 2012

Cómo cuantificar el impacto de la actividad acuícola: la huella de carbono, un comienzo posible


Un interesante trabajo tomado de la revista IPac de noviembre, que muestra que la huella de carbono (una forma de medir el impacto de la actividad) de la producción intensiva de trucha arco iris en aguas dulces está entre las más bajas de producción de animales. Los resaltados en negrita son de este bloguero, para llamar la atención sobre algunas ideas y datos...



Huella de carbono en la cadena de valor de la trucha de piscifactoría

Marta López Villellas, técnico del Centro Tecnológico de Miranda de Ebro –CTME-; Yolanda Núñez Pérez, responsable del Área de gestión sostenible del CTME; y Raúl de Saja González, responsable de OTRI

Truchas
Existen claras evidencias de que las actividades humanas están contribuyendo al incremento de gases de efecto invernadero con su consecuente repercusión en el cambio climático. Este hecho, no sólo constituye un problema ambiental sino también y principalmente un problema económico y social, que está provocando profundos impactos potenciales en la sociedad, en la industria y en las autoridades políticas, motivo por el que ha pasado a ser un tema clave en el desarrollo sostenible.
En su lugar, la industria alimentaria, consumidora de grandes recursos materiales y energéticos, es uno de los principales responsables. Este hecho, junto con los nuevos modelos de consumo, está despertando en la industria cierto interés por cuantificar, reducir y comunicar el impacto ambiental de los productos alimenticios. Pero, ¿es realmente fiable y transparente el mensaje que llega el consumidor? ¿Existe una sólida metodología detrás?
Un estudio llevado a cabo por el Centro Tecnológico de Miranda de Ebro (CTME) ha cuantificado las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas al sector de la acuicultura continental tomando como caso práctico la trucha Arco iris (Oncorhynchus mykiss) criada en piscifactoría que representa una producción importante en Castilla y León. La realización de este estudio ha permitido conocer las limitaciones metodológicas emergentes en la cuantificación de estas emisiones, pero además ha permitido conocer la huella de carbono de estos productos y en consecuencia y no menos importante, identificar las medidas potenciales que deben seguir piscicultores y productores de piensos para poder reducirlas y poder comunicar sus resultados.
Al ritmo que crece la población mundial, para poder mantener al menos el nivel actual de consumo de alimentos acuáticos per cápita, en 2020 el mundo necesitará 23 millones de toneladas adicionales de dichos alimentos. Este suministro complementario deberá provenir de la acuicultura (FAO, 2012). La satisfacción de la futura demanda de alimentos de la acuicultura dependerá en gran parte de la disponibilidad de piensos de calidad en las cantidades necesarias.
Para conseguir este objetivo, surge la necesidad por evolucionar hacia sistemas de producción más sostenibles a través de herramientas que podrían ser usadas por la industria con el fin de alcanzar mejoras de sus procesos, así como por las autoridades competentes con el fin de crear y fomentar un desarrollo sostenible.
El Análisis de Ciclo de Vida (ACV) supone una herramienta para la cuantificación de los impactos ambientales de productos y servicios estandarizada a través de la serie de normas ISO 14.040 e ISO 14.044. Basada en una aproximación de la “cuna a la tumba”, el ACV ha sido utilizado en este ambicioso proyecto para cuantificar el uso de recursos (“entradas” como energía, materias primas) y las salidas de residuos y emisiones asociadas con cada etapa del ciclo de vida de la trucha Arco iris, desde la producción de huevos y cría de alevines, engorde de la trucha hasta el sacrificio, procesado y disposición final de producto.
Numerosos estudios (Pelletier, 2006; Pelletier y Tyedmers, 2007), han posicionado a los fabricantes de piensos como factor clave en la reducción de gases efecto invernadero (GEI) de la cadena de valor de especies como la trucha o el salmón. Por ello, se ha involucrado en este estudio a un fabricante de piensos con el fin de analizar la huella de carbono de los diversos piensos que entrarán a formar parte en la cadena de valor de la trucha.
La cuantificación de las emisiones de gases de efecto invernadero (medidos en kg CO2 equivalentes) a lo largo del ciclo de vida de un producto es lo que actualmente se conoce como Huella de Carbono. A falta de una normativa reconocida internacionalmente se ha tomado como referencia la norma PAS 2050 (BSI 2008), promulgada por la British Standards Institution (BSI). Basada en la metodología de ACV, esta normativa establece criterios y requerimientos específicos para la evaluación de las emisiones de GEI del ciclo de vida para cualquier producto o servicio.
Para llevar a cabo la determinación de la huella de carbono se han seguido las cuatro fases del ACV: i) definición del objetivo y alcance del estudio, ii) recopilación de datos de inventario del ciclo de vida, iii) evaluación del impacto de ciclo de vida o traducción de datos en CO2 equivalentes y finalmente, iv) interpretación y análisis de los resultados.
Todas las entradas y salidas recogidas en el inventario deberán ir referidas a una unidad funcional, que en este caso, ha sido un kilogramo de trucha viva con diferentes aplicaciones: trucha sacrificada y procesada y trucha viva destinada a la repoblación. La unidad funcional del sistema productivo de los piensos ha sido 1 kilogramo de pienso incluido el envase.
Figura 1
La [Figura 1] muestra los límites del sistema que determinan qué procesos unitarios se incluyen en el ACV. El sistema productivo de la trucha incluye todas las fases desde la producción de los huevos hasta el transporte del producto final a primera plataforma de distribución. Para incluir la alimentación se ha analizado el ciclo de vida de los diversos piensos que ingiere el animal, desde la obtención y producción de las materias primas, el procesado de las mismas y su distribución a piscifactoría, incluyendo todos los posibles transportes intermedios.
Las premezclas vitamínicas y minerales, pigmentos y antioxidantes (aditivos) empleados en la elaboración de los piensos no han sido analizadas, a falta de información suficiente, y teniendo en cuenta que la obtención de la misma sobrepasa el alcance del estudio. Del mismo modo, los agentes farmacéuticos (vacunas, antibióticos, etc.) quedan también excluidos al no considerarse en este estudio los efectos toxicológicos. Sin embargo, en futuros proyectos y en la medida en la que exista disponibilidad de datos deberían ser incluidos con el fin de poder evaluar su repercusión ambiental.
Para la recopilación de los datos se contó con la participación de dos empresas importantes del sector: IPEASA, productora de trucha Arco iris y Skretting productora de piensos para peces. Su colaboración en este proyecto ha sido crucial y ha permitido la recopilación de datos de primera mano, aportando gran fiabilidad en el resultado final. El inventario de ciclo de vida está compuesto por datos de todas las entradas de materiales y energía y salidas de residuos y emisiones de cada fase del proceso productivo tanto en el sistema de producción de trucha como en la fábrica de piensos. Posteriormente todos estos datos y mediante el empleo de factores de emisión recopilados en diversas fuentes (Ecoinvent, IPPC, GHG) fueron traducidos a kg de CO2 equivalente y referidos a la unidad funcional
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La realización de este estudio supuso inicialmente enfrentarse a ciertas cuestiones que podrían afectar a los resultados finales. En primer lugar, las materias primas que componen los piensos son variadas en cantidad y origen. La composición de los piensos varía a lo largo del ciclo productivo de la trucha con el fin de adaptarse a las necesidades nutricionales requeridas en cada fase de crecimiento. Al mismo tiempo, la composición de un pienso formulado para cubrir unas necesidades específicas puede variar a lo largo de un año en función de la disponibilidad de materias primas en el mercado en cada momento así como al precio de las mismas, sometido a fuertes especulaciones que determinarán su abastecimiento por parte de la industria de piensos. Esto podría suponer variaciones en la huella de carbono de un pienso determinado, en el transcurso de un año de producción.
Por otro lado, la expansión agrícola para la producción de cultivos como la soja en Brasil o Argentina está provocando la destrucción de ecosistemas forestales considerados como importantes sumideros de carbono. La destrucción de la biomasa al convertir un ecosistema natural en un suelo de cultivo supone la liberación de grandes emisiones de gases de efecto invernadero que repercute de manera considerable en la huella de carbono de los alimentos.
Finalmente, no hay que pasar por alto definir en una etapa inicial, bajo qué criterios se realizarán las asignaciones de cargas ambientales en aquellos sistemas de producción en los que se obtenga más de un producto de interés para la industria alimentaria. Así por ejemplo en la fabricación de quesos se obtiene también suero lácteo que es requerido por la industria de piensos como materia prima por su gran contenido proteico. Las cargas ambientales aguas arriba deberán ser repartidas entre los dos productos mediante criterios previamente establecidos (masa, valor económico, energía…). En estudios de cuantificación de huella de carbono de productos alimenticios es frecuente la asignación económica en base a precios de mercado. Sin embargo, surge una cuestión: ¿es realmente recomendable en productos sometidos a una constante especulación en los precios?
kg CO2 e/kg trucha
El ACV de la trucha, teniendo en cuenta el cambio en el uso del suelo, dio como resultado una huella de carbono de 4,81 kg de CO2e/kg para la trucha viva y de 5,07 de CO2e/kg para la trucha procesada. Estos resultados posicionan a la trucha de piscifactoría en mejor lugar respecto a otros productos de origen animal como puede ser la carne de ternera (18 kg de CO2e/kg de producto), de cerdo (14 kg de CO2e/kg de producto) o el caso de la carne de pollo (en torno a 8 kg de CO2e/kg de producto) (datos de Hans Block, 2009).
Los piensos que han sido utilizados para la alimentación de la trucha a lo largo de su ciclo de vida son responsables de más del 80 % de la huella de carbono de la trucha, hecho que sitúa, por tanto, a los piensos como factor clave en la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero asociados al producto final.
En la evaluación de impacto de los piensos, entre el 95 - 99 % de la huella de carbono debe su origen a las materias primas con las que se han sido formulados. Dentro de las materias primas el mayor impacto es debido a las emisiones asociadas a cambios en el uso de la tierra relacionados con los productos derivados de la soja y con las habas que componían estos piensos.
En consecuencia, se concluye que las emisiones asociadas a cambios en el uso de los suelos generan una repercusión considerable en la huella de carbono de la trucha. La problemática surge en la dificultad de conocer si realmente para la obtención de una materia prima con la que se ha realizado el pienso ha habido una deforestación durante los últimos 20 años a la realización del estudio (según marca las directrices del IPPC, 2006). Por otro lado, y en este caso concreto, el hecho de que las materias primas que emplea el fabricante tengan la peculiaridad de ser libre de transgénicos aumenta las probabilidades de proceder de un área de cultivo recientemente explotada y por lo tanto mayor probabilidad de haber sufrido una deforestación durante los últimos 20 años.
A la luz de los resultados obtenidos surge la necesidad de homogeneizar “cálculos” y establecer criterios comunes para todo el sector, relacionados con las cuestiones aquí planteadas: emisiones asociadas al uso del suelo, criterios de asignación, estudio del impacto asociado a los aditivos, etc. De está manera los resultados podrán ser comparables consiguiendo una comunicación transparente y fiable.
Debido en parte a la complejidad de las materias primas para piensos, hay que tener en cuenta que los resultados aquí obtenidos están sometidos a cierta incertidumbre. Es necesario contar con datos de calidad en relación cercana con los participantes en la cadena de valor.
Finalmente, destacar, que los estudios que se lleven a cabo en esta materia deberán ser transparentes, científicos y fiables (ISO 14040), “viables” en tiempo y coste para los productores/fabricantes y fáciles de entender por el cliente/consumidor. Los estudios deben tener una visión holística: cadena de valor – ciclo de vida.
El proyecto aquí descrito ha sido posible gracias a la financiación recibida de la Agencia de Inversiones y Servicios de Castilla y León, dentro de la convocatoria destinada a financiar actuaciones primarias en materia de I+D+i de carácter no económico, a los centros tecnológicos de Castilla y León para los ejercicios 2010 y 2011, para la realización de este estudio.
Asimismo, el equipo de trabajo de CTME quiere expresar su más sincero agradecimiento a los distintos departamentos de las empresas Skretting e IPEASA por su estrecha colaboración en la consecución de los objetivos perseguidos en el mismo.
Referencias bibliográficas
-PELLETIER, N. (2006) Life cycle measures of biophysical sustainability in feed production for conventional and organic salmon aquaculture in the northeast pacific. Dalhousie University, Halifax, Nueva Escocia.
-PELLETIER, N. TYEDMERS, P. (2007) Feeding Farmed Salmon: Is organic better? Aquaculture, 272: 399-416.
-BSI 2008. PAS 2050. Specification for the assessment of the life cycle greenhouse gas emissions of goods and services. British Standards Institution (BSI).BLONK, (2009) Towards a tool for assessing carbon footprint of animal feed. Blonk Milieu Advies, Gouda.
-FAO, (2012) El estado mundial de la pesca y la acuicultura 2012. Departamento de Pesca y Acuicultura de la FAO (ORGANIZACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS PARA LA AGRICULTURA Y LA ALIMENTACIÓN), Roma.

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