miércoles, 18 de febrero de 2015

Acuicultura y cambio climático: si no puedes evitar calentarte, pues adécuate entonces...

Resultado de imagen para termometroNota tomada de la revista digital IPAC. Aunque habla de la situación europea y en ese contexto, en particular la española, tomo la idea de que hay que ocuparse antes que  preocuparse aquí en la región norpatagónica.
Salmónidos y moluscos entran en la problemática actual, ya que se verifica un aumento en la temperatura del agua que podría dejar a estas especies fuera de rango de tolerancia. Otras especies patagónicas de agua dulce no son buenas opciones para el cultivo, por su lento crecimiento y otras cuestiones. Otras especies de aguas marinas recién están en carpeta para desarrollo de su cría. O sea que hay que pensar en alternativas a corto y mediano plazo para desarrollar los cultivos actuales e ir pensando en otras especies, tal como dice el punteo de alternativas del final de la nota.



La acuicultura debe anticiparse a los impactos del cambio climático

IPac. - 13 de febrero de 2015
  
Han sido muchos los sectores, entre ellos primarios, que han estudiado y analizado cómo les afectan los impactos del cambio climático y cómo pueden adaptarse a los mismos. La escasa atención que se le ha dado a la acuicultura, en comparación, por ejemplo, a la pesca, es un hecho. Pero el crecimiento previsto de la actividad en los próximos años y sus previsiones no sólo como generadora de empleo sino como suministradora de proteína marina a nivel mundial, e incluso como actividad que puede mitigar los impactos del cambio climático, ha llevado a que se estén dando pasos más significativos y  profundizando en todos estos temas. España no es la excepción.
El pasado mes de noviembre, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) presentaba en Copenhague el Quinto Informe de Evaluación de este organismo -creado en 1988 por la Organización Meteorológica Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente-, donde no sólo se advertía, y de forma incuestionable, que los impactos del cambio climático no sólo se perciben ya en todos los continentes y océanos sino que amenaza con impactos irreversibles. En dicho informe, en el que se condensan 6 años de trabajo, tal y como lo exponía Thomas Stocker, copresidente de trabajo I del IPPC, y en base a la evaluación realizada por los expertos, se evidencia de forma cierta, que “la atmósfera y el océano se han calentado, los volúmenes de nieve y hielo han disminuido, el nivel del mar se ha elevado y la concentraciones de dióxido de carbono han aumentado hasta niveles sin precedentes desde hace, por lo menos, 800.000 años”. También afirman desde el IPCC que el origen antropogénico (resultado de actividades humanas) del cambio climático se hace más patente que nunca: “las emisiones de gases de efecto invernadero y otros impulsores antropógenos han sido la causa dominante del calentamiento observado desde mediados del siglo XX”. 
Si bien, a la hora de retratar la situación actual el panorama no parece muy alentador, desde el IPPC consideran que todavía se está a tiempo de poner límites al cambio climático puesto que a día de hoy se dispone de los medios necesarios en materia de ciencia y tecnología “no solo para adaptarse a sus efectos, sino incluso para mitigar su alcance”. El presidente del IPPC, Rajendra K. Pachauri, señalaba en este sentido que “las soluciones son muchas, todo lo que necesitamos  es voluntad de cambio”. Ahora bien, estas acciones, se concluía, no se pueden demorar, “hay que actuar ya”.
Sólo unas semanas después se celebraba en Lima (Perú), la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático COP20 donde casi 200 delegaciones internacionales se reunían para tratar de alcanzar un pacto global en la lucha contra el cambio climático, más concretamente un borrador de acuerdo con vistas a  ser discutido en París en 2015, donde se celebrará la COP21, y de donde se prevé que salga un nuevo tratado internacional –un compromiso vinculante y definitivo para la reducción de emisiones contaminantes a la atmósfera a partir del año 2020- que sustituirá al Protocolo de Kyoto. Todavía queda mucho por hacer, puesto que en Lima se consiguió un acuerdo de mínimos sobre el que ya se ha advertido que se tendrá que trabajar duramente a lo largo de este año. En todo caso, el acuerdo alcanzado en París debería traducirse en un cambio de orientación que tenga en cuenta que, en cuanto a emisiones, el reto del cambio climático no solo es  una “carga compartida” sino también una oportunidad de crear empleo y riqueza a través del desarrollo de nuevos modelos de producción y consumo. Un reto en el que todos (países, políticos, administraciones, investigadores, empresas, consumidores y sociedad en general) deberán implicarse.
En España, en el año 2006, se aprobó el Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático, que es el marco de referencia para la coordinación entre las administraciones públicas en las actividades de evaluación de impactos, vulnerabilidad y adaptación al cambio climático en España. Desde entonces, se han elaborado tres programas de trabajo. El último de ellos, el “Tercer Programa de Trabajo del PNAC”, que corresponde al período 2014-2020, incluye entre sus ámbitos de estudio y líneas de actividad prioritarias la evaluación de los impactos y adaptación al cambio climático en  la acuicultura nacional.
En el caso de la acuicultura, impulsado y ejecutado por la Fundación OESA y en el marco del proyecto “Acuicultura y cambio climático”, cofinanciado por la Fundación Biodiversidad, se publicaba en 2013 “Cambio Climático y Acuicultura”, donde  se recogía la necesidad de elaborar una evaluación del impacto del cambio climático proyectado en la acuicultura española con el fin de identificar su vulnerabilidad y explorar opciones de adaptación para minimizar dicho impacto. Hace solo unos días, la Fundación OESA publicaba en el marco del PNACC “Impactos del cambio climático sobre la acuicultura en España”, un documento resumen de una recopilación de referencias en publicaciones científicas y técnicas sobre los impactos del cambio climático y sus repercusiones sobre el sector acuícola con vistas a poder establecer estrategias de adaptación.
¿CÓMO AFECTAN LOS CAMBIOS A LAS ESPECIES PRODUCIDAS EN ESPAÑA? 
El aumento de la temperatura, del nivel del mar, los cambios en las corrientes oceánicas, en las lluvias, en los patrones estacionales, en el caudal de los ríos, en la intensificación de las tormentas, en los afloramientos, en la acidificación de los océanos, en las floraciones algales, en la estratificación vertical y estabilidad de la columna de agua, etc. -todo ello asociado al cambio climático-  producen, irremediablemente, distintos impactos sobre la acuicultura a nivel mundial. Entre los impactos directos se hallan aquellos que afectarían a la producción y el rendimiento, a la expansión de enfermedades o la aparición de otras nuevas, también a cambios en la calcificación, cambios en patrones de desove, a la muerte de peces, etc. e incluso a la incapacidad para cultivar. Además, hay una serie de impactos indirectos, muy importantes, entre los que destacan el suministro de aceites y harinas de pescado, o de desechos; la fluctuaciones en los precios de materias primas en general, o, entre otros, la pérdida de sitios cultivo. En todos los casos, y si bien los cambos climáticos tales como los mencionados -temperatura, las precipitaciones, subida del nivel del mar, fenómenos extremos, variabilidad climática y corrientes oceánicas- no repercutirían por igual en la acuicultura, es un hecho que afectaría, para mal o para bien, tanto a la rentabilidad y viabilidad de las empresas, como a la vertiente social y ambiental de la actividad.

En el caso de España, por lo que respecta a la producción de moluscos, como son los parques de cultivo en Galicia, el trabajo “Impactos del cambio climático sobre la acuicultura en España”, destaca que podrá sufrir importantes variaciones debido al aumento del nivel del mar, incremento de temporales, fuertes marejadas, etc. “haciendo vulnerables estos ecosistemas y sistemas tradicionales de cultivo”. En la misma situación, se añade, “se encuentran los esteros del sur de la Península”. Asimismo, y al ser animales filtradores que obtienen su alimento del fitoplancton, todo lo que afecte al mismo tendrá repercusiones sobre el cultivo. La disponibilidad de fitoplancton, y por tanto de alimento, recuerdan, está relacionada con el régimen de vientos, la temperatura del agua y los afloramientos costeros; con lo que se considera que el importante cultivo del mejillón “es muy vulnerable a los efectos del cambio climático”. 
A día de hoy el IIM-CSIC, en colaboración con el Consello Regulador do Mexillón, está llevando a cabo un trabajo que se centrará, precisamente, en los riesgos biológicos y ambientales en el cultivo del mejillón en el marco del cambio climático, que puedan conducir, de ser posible, a ofrecer herramientas para establecer estrategias de explotación y comercial para minimizar los impactos de las floraciones de algas tóxicas y planificar soluciones. Y es que hasta ahora, y por las investigaciones que se han llevado a cabo, se puede sonsacar que una relajación de los vientos del norte en verano, el debilitamiento del afloramiento y el consecuente menor tiempo de renovación del agua del interior de las rías, unido todo ello a cambios en la comunidad fitoplanctónica -que favorecen una mayor presencia de dinoflagelados causantes de las mareas rojas-, los efectos sobre la actividad pueden ser desastrosos.
En cuanto a los peces marinos, el trabajo de la Fundación OESA, señala que si se cultivan especies como la lubina, que requiere de  más aguas frías que la dorada, en aguas donde la temperatura media ya es suficientemente alta, dichas especies encontrarán más dificultades para crecer, “disminuyendo así su rentabilidad”. También, se añade, “presentan vulnerabilidad frente al potencial aumento de tormentas, que pueden provocar roturas de redes y el consecuente escape de peces, causando pérdidas económicas para las empresas; así como impactos sobre las especies y pesquerías locales”.
jaulas
En cuanto a la producción en aguas continentales, se afirma que “el cambio climático hará que parte de estos ecosistemas pasen de ser permanentes a estacionales, incluso puede que algunos desaparezcan”. Las temperaturas altas del agua también es otro de los retos importantes al que se enfrentaría esta producción, cuyas especies, si estamos hablando de salmónidos, no son tolerantes a temperaturas altas.
En la producción de especies carnívoras, es importante tener en cuenta, además, el suministro de aceites y harinas de pescado. Debido a que las pesquerías representan una de las principales fuentes de insumos para la acuicultura, las alteraciones resultantes del cambio climático mundial que se registren en ellas se harán sentir en los sistemas de acuicultura, limitando la disponibilidad de materia prima transformable.
CÓMO ADAPTARSE AL CAMBIO CLIMÁTICO
“Las políticas de adaptación al cambio climático son una herramienta esencial en la lucha contra esta amenaza global y, junto con acciones de reducción de emisiones, forman parte de un conjunto de medidas indispensables a desarrollar por todos los gobiernos y administraciones nacionales, regionales y locales”, se señala en el trabajo.

Así, y partiendo de la base de que la acuicultura es un sector a todas luces muy vulnerable a los impactos del cambio climático, se determina que se hace necesario desarrollar estrategias de adaptación específicas “frente a los cambios en el mar y en los recursos marinos y continentales, que ya se están produciendo y que se acentuarán en el futuro”. Del mismo modo se señala que, en general, en vista de su resilencia y adaptabilidad y de la gran variedad de especies o grupos de especies cultivadas “puede responder también positivamente a las repercusiones del cambio climático”.
Entre otras recomendaciones, propone que para la correcta adaptación se deben adoptar una serie de medidas institucionales y normativas como es la adopción de un enfoque ecosistémico de la acuicultura  (EEA) como estrategia nacional o también potenciar la acuicultura sin piensos (organismos filtradores y algas). Entre otros de los elementos que se entiende que tendrían que tenerse en consideración tanto a la hora de desarrollar políticas y como en la planificación se hallan a) la promoción y potenciación de contratación de seguros contra daños a las poblaciones y a la propiedad causados por los fenómenos climáticos extremos; b) impulsar la I+D+i, centrando buena parte de sus esfuerzos de investigación en ingeniería de instalaciones y sistemas de cultivo, nuevas enfermedades y tratamientos preventivos, fisiología acuática animal, mejores piensos y prácticas de alimentación más acordes con el ecosistema; c) diversificar, que proporciona terreno para la selección natural y para la adaptación y que planteada esa diversificación como el cultivo de un mayor número de especies ofrece mayores posibilidades de adaptación bajos diferentes escenarios de cambio climático; d) la selección de emplazamientos, “una buena planificación y ordenación de las zonas aptas para acuicultura pueden ayudar a la adaptación del cambio climático”, se subraya; a lo que se añade que “el calentamiento del agua y la insuficiencia de oxígeno asociada, el potencial aumento de la eutrofización, etc. son factores que es posible evitar o reducir en lugares profundos donde la circulación es más abundante”; e) prevención de riesgos, con una predicción meteorológica  y del medio costero que avise con la suficiente antelación y precisión de eventos climáticos externos; y dispositivos de prevención que comporten un protocolo de seguimientos crítico y efectivo de los cuerpos de agua y organismos acuáticos; f) introducción de nuevos cultivos, aunque siempre teniendo en cuenta los peligros de introducción de especies foráneas y el control parasitológico de la introducción de especies cultivables; y g) acuicultura multitrófica integrada (AMTI).
Otras medidas de adaptación más concretas y referidas a los impactos más destacados del cambio climático sobre la actividad acuícola son las que se recogen en la Tabla 1.

jueves, 5 de febrero de 2015

Cuánto pescado dices que hay que producir para el año 2100????

Nota tomada de Panorama Acuicola, que a su vez la resumió de INFOPESCA. Son  previsiones y proyecciones de cómo debería aumentar la producción acuícola en las distintas regiones del planeta para acompañar el crecimiento poblacional y respetar a su vez la sugerencia de consumo de pescado. Para quienes gusten de números, estadísticas y futuros... 
Pero como siempre remarco y dice al final esta nota, para que esto pase debe haber poíticas de estado activas, y no solo de los países, sino de las regiones, particularmente Africa y latinoamérica deberán aplicarse a esto...


La evolución del consumo de pescado en el siglo XXI

01 de febrero de 2015

El presente artículo es un resumen de una presentación realizada durante la 15ava Reunión del Proceso Consultativo Informal sobre Asuntos Oceánicos y del Derecho del Mar, en la Sede de las Naciones Unidas, durante mayo de 2014.
Por: Roland Wiefels
La División de Población del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de la Organización de las Naciones Unidas tiene una previsión, actualizada en 2012, con tres hipótesis de crecimiento poblacional: bajo, moderado y alto. Para efectos del presente artículo, se tomará en cuenta la hipótesis “moderada”, que lleva la población mundial actual de 7,326 millones en 2015 a 9,553 millones en 2050 y a 10,856 millones en 2100.
El crecimiento de la población mundial en el siglo XXI entró en un proceso de estabilización, lo que se comprueba cuando se observa que en los últimos 50 años, la población se duplicó, llegando a los 6,896 millones en 2010. En Asia, así como en Latinoamérica y el Caribe, la población total deberá disminuir a partir de 2050. En Europa, el proceso ya comenzó. Sin embargo, África experimentará una explosión demográfica, ya que los actuales 1,166 millones se convertirán en 2,393 millones en 2050 y 4,184 millones en 2100. A pesar de la eventual migración hacia Europa y Latinoamérica, África será el continente más poblado del mundo en las primeras décadas del siglo XXII.
Por otro lado, la población se irá urbanizando cada vez más, pasando del actual 52% de la humanidad viviendo en ciudades (datos de 2011, 79.1% en Latinoamérica) a 67% en 2050 (en Latinoamérica serán 86.6%). Desde un punto de vista mercadológico, los mercados tenderán a concentrarse.
El “consumo ideal”
Los profesionales del sector pesquero y acuícola están acostumbrados a escuchar a las autoridades sobre el consumo anual por habitante de pescado, comparándolo con las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) o de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés). En realidad, ninguna de estas instituciones menciona un consumo mínimo o ideal de pescado, aunque otras sí lo hacen. La American Heart Association, por ejemplo, recomienda una ingesta de pescado cocido de 100 g, dos veces por semana. A su vez, el gobierno de los EE.UU., a través de sus Departamentos de Agricultura y Salud y Servicios Humanos, publica cada 5 años sus “Guías Dietéticas para Americanos”. En la versión 2010, recomendó una ingesta de pescado de 227 g por semana, siendo la ingesta promedio en ese país de unos 85 g semanales (4.42 kg per cápita al año), aunque las estadísticas de pesca y acuicultura de los EE.UU. indican que la disponibilidad de pescado por habitante en 2010 fue de 21.7 kg. Esto muestra que la ingesta y la disponibilidad de pescados y mariscos son conceptos muy diferentes; dicha diferencia está en el hecho de que en 2010, un estadounidense promedio tenía 21.7 kg de pescado disponibles en “equivalente peso vivo” y que, de esta disponibilidad, efectivamente ingirió sólo 4.42 kg.
Comprendiendo esta diferencia de conceptos, se puede entender la recomendación del gobierno de los EE.UU. para sus ciudadanos, de una ingesta de 11.8 kg por año. Por lo tanto, en este país el “consumo ideal”, de acuerdo con el concepto de la FAO de “disponibilidad en equivalente peso-vivo” es de unos 58 kg por habitante por año, un consumo actualmente logrado por pocos países en el mundo (Malasia, 58.9 kg; Corea, 60.4 kg; Islandia, 90.4 kg; incluso Japón, con 54.5 kg, o España, con 43.4 kg, no lo alcanzan).
A su vez, la recomendación de consumir pescado dos veces por semana es muy conocida en varios países. Con ingestas de 100 g por vez, o 200 g por semana, se puede pensar en una disponibilidad en equivalente peso vivo de unos 577 g por semana (con un mejor aprovechamiento que en los EE.UU.), o unos 30 kg por año. Así, se puede imaginar un “consumo ideal” situado en unos 30 kg por habitante por año.

Crecimiento del consumo per cápita
Basados en el concepto de disponibilidad de FAO y en sus estadísticas, se puede verificar que, pese a la duplicación de la población mundial en los últimos 50 años, el consumo anual per cápita aumentó regularmente, pasando de un promedio mundial de 9 kg en 1961 a 18.9 kg en 2010. En 2014 posiblemente el promedio mundial sobrepasará los 20 kg per cápita.
De este modo, en 50 años la población mundial se multiplicó por 2.2, mientras que la disponibilidad mundial de pescado se multiplicó por 4.7, lo que demuestra claramente que la teoría de Thomas Malthus (en que se establece que la población crece más rápidamente que los recursos existentes para sustentarla) estaba equivocada.
Por otro lado, el aumento en el consumo de pescado per cápita no fue igual en todos los continentes. Asia, encabezada por China, fue el continente donde el consumo anual per cápita creció más en los últimos 50 años (177%), seguido de África (102%) y Latinoamérica (94%). No obstante, en el mundo se pueden observar dos grandes grupos de regiones: uno donde el consumo per cápita anual de pescado se encuentra por arriba de los 20 kg (Asia, América del Norte, Europa y Oceanía), y el otro donde este consumo se encuentra aún por debajo de los 10 kg (África y Latinoamérica) (fig. 1).

Necesidades de crecimiento
Conociendo la doble dinámica de aumento del consumo individual de pescado por un lado, y el crecimiento demográfico mundial por el otro, se pueden estimar las necesidades de producción para lograr atender al aumento previsible de la demanda a lo largo del siglo actual.
La fig. 2 presenta dos hipótesis. En azul se encuentra el consumo per cápita de 2010, mantenido con la población de 2015, 2050 y 2100. En rojo, el consumo per cápita fue actualizado para 2015 según la proyección de los años anteriores y pasado a 30 kg per cápita a partir de 2050.
La hipótesis de alcanzar un consumo anual per cápita de 30 kg para los 9,552 millones de habitantes del planeta en 2050 implica aumentar el abastecimiento de pescado en 1.94% al año durante los próximos 35 años.
En los últimos 35 años (de 1976 a 2011), el consumo de pescado aumentó en 2.36% al año, por lo que la dinámica ha sido rebasada desde hace tiempo. El 1.94% de crecimiento anual es un promedio mundial. En África este crecimiento deberá de ser de 5.25% al año, y en Latinoamérica y el Caribe, de 3.75%. En Asia deberá ser de tan solo 1.25%, en Oceanía de 1.19%, en América del Norte de 0.76%, y en Europa, de 0.73%. De esta manera, las prioridades para el abastecimiento de pescado están claras: el mayor esfuerzo deberá venir de África y Latinoamérica, tanto por los países que componen estos continentes como por las instituciones intergubernamentales e internacionales.
Esto no es un desafío tecnológico de producción. Se sabe que las capturas mundiales llegaron a su límite en el actual nivel de 90 millones de t al año (de los cuales 20 millones de t tienen destinos industriales en forma de harinas y aceites) y que, por lo tanto, el complemento para alcanzar los 284.5 millones en 2050 y los 325.6 millones de t en 2100 deberá venir enteramente de la acuicultura. Según la FAO, la producción acuícola mundial llegó a los 70 millones de t en 2013. Así, hasta 2050, deberá crecer a una tasa promedio de 3.07% al año. De 2050 a 2100 bastaría un aumento anual de 0.27%. Hay que tener en cuenta que la dinámica de los últimos 35 años (1976-2011) fue de un crecimiento promedio de la acuicultura mundial de 8.4%.
Todos los trabajos de investigación en curso en el mundo en relación a una gran variedad de especies, así como a la productividad acuícola y a la fuerte expansión de las empresas productoras, tanto en acuicultura de agua dulce como en maricultura, muestran que la disponibilidad efectiva en 2050 y 2100 podría sobrepasar los 30 kg por habitante por año. Sería importante que los esfuerzos de producción acuícola se concentraran en África y Latinoamérica para que la producción se quedara cerca de los centros de demanda de consumo.
La alternativa natural estará en la importación desde otras partes del mundo que efectivamente produzcan más de lo que consumen. De los 9.9 millones de t de pescado consumidos por los países africanos en 2010, 3.8 millones de t eran importados. En Latinoamérica (particularmente en Brasil, pero también en los demás países), son cada vez más los productos importados que atienden a la creciente demanda de pescado por parte de los mercados locales, lo que constituye una clara señal a los productores locales para aumentar su producción. Latinoamérica en particular tiene en su propio continente un mercado en plena expansión y, del otro lado del océano Atlántico, una oportunidad de mercado como raramente se encuentra de un siglo al otro, comparable tal vez con la explosión del mercado chino a finales del siglo XX e inicios del siglo XXI.

Los mercados en África y Latinoamérica
El consumo africano de 9.9 millones de t de pescado en 2010, a un precio promedio de USD$5/kg, movilizó unos USD$50 mil millones en ese año. En los 5 años anteriores, el aumento del consumo africano había sido de cerca del 10% anual. Este tamaño de mercado y esta tasa de crecimiento lo hace muy atractivo para cualquier exportador en el mundo.
En Latinoamérica la dinámica es similar, si bien menos pronunciada que en África. En 2010 se presentó un consumo total de 5.7 millones de t que, a un precio promedio de USD$6/kg, valoró este mercado en USD$28.5 mil millones en ese año, por lo que se puede observar que éste también es un mercado en franca expansión.

Frenos al desarrollo de la industria
Durante muchos años, en África y Latinoamérica se consideraba que el destino “normal” de la producción pesquera y acuícola era el mercado de exportación, ya que traía divisas al país y en los mercados locales no había circuitos de distribución eficientes. Así, se exportaba producto congelado barato (unos USD$4/kg), lo que se consideraba un buen negocio ya que también se garantizaba empleo al nivel de la producción primaria y el procesamiento (fileteo, congelamiento, etc.). Antes de ser consumido, el producto pesquero congelado se transportaba por navío (generalmente de origen extranjero), era recibido por un comercializador que lo pasaba a un mayorista que, a su vez, lo pasaba a un minorista que lo revendía (a unos USD$10/kg). La creación de riqueza de este pescado fue consecuentemente de USD$10/kg, de los cuales USD$4 quedaron en el país de origen y USD$6 en el país de destino y eventual país intermediario, dando trabajo y retribuyendo al transportador, el comercializador, el mayorista y el minorista.
Desarrollar los mercados internos hace que quizá no se venda el pescado al consumidor a USD$10/kg, pero incluso si se vende por USD$7/kg, este monto crea riqueza que se queda en el mismo país.
Cuando se habla de una demanda potencial de 71.8 millones de t en África para 2050, comparada al consumo de 9.9 millones de t en 2010, se trata nada menos que vender 61.9 millones de t más en este continente.
Si se considera que una pescadería de tamaño medio, con 3 a 5 empleados, vende un promedio de 300 kg al día (o 100 t al año), se necesitará instalar en África, en los próximos 35 años, 619 mil nuevas pescaderías o equivalentes (restaurantes, supermercados, comedores escolares o industriales, entre otros) y capacitar de 1.8 a 3 millones de nuevos pescaderos u otros minoristas de pescado. Esto sin contar los mayoristas, transportistas, operadores de cámaras frías, que deberán hacer llegar el pescado a los minoristas, así como los inspectores sanitarios que actúan en los diversos niveles del país, en particular los responsables municipales de salud pública para que puedan orientar y supervisar la venta a los consumidores.
Con números menores, es la misma problemática que enfrenta Latinoamérica: aumentar el consumo de 5.7 millones de t en 2010 (en 2014 debió haber sobrepasado los 6 millones de t), a 23.4 millones de t en 2050; requiere la instalación de 177 mil nuevos puestos minoristas y la capacitación de 531 a 885 mil nuevos minoristas en este espacio de 35 años, además de todos los mayoristas, transportistas, inspectores de salud pública, entre otros.
El establecimiento de estrategias nacionales y regionales de desarrollo pesquero y acuícola, así como las estrategias intergubernamentales e internacionales, deben focalizar el desarrollo de los mercados domésticos, tanto en África como en Latinoamérica. También deberán apuntar al crecimiento comercial intrarregional y entre los dos continentes. Además, se enfrenta el desafío de un rápido crecimiento en la acuicultura, con cantidad y variedad, particularmente en los próximos 35 años. El desafío es abastecer una demanda fuertemente creciente en las próximas décadas y se tiene, particularmente en Latinoamérica y el Caribe, los recursos naturales y humanos para producir lo que sea necesario para atender esta demanda. También existe la voluntad política de hacerlo, como muestra el fortalecimiento de las autoridades pesqueras en cada país.


*Artículo original: Wiefels, Roland. La evolución del consumo de pescado en el siglo 21. INFOPESCA INTERNACIONAL. No. 58, abril-junio, 2014. 
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