
Un blog para intercambiar información y opiniones acerca de la acuicultura y la pesca continental en Argentina y alrededores
lunes, 29 de octubre de 2018
domingo, 28 de octubre de 2018
Desarrollo de la salmonicultura en Tierra del Fuego, un aporte a la discusión amigable con el ambiente (y con las centollas)
DEBATE SOBRE
LA EXPLOTACIÓN DEL CANAL BEAGLE
Una alternativa
moderna y sustentable para preservar al Canal Beagle de las salmoneras (Por
Mariano Spinedi)
Podemos criar peces
marinos de manera sustentable, pero quienes toman decisiones de esta
envergadura en la Argentina: ¿conocen a fondo sobre la utilización de las
nuevas tecnologías de cultivo que ha desarrollado la industria acuícola?
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En las producciones
agroindustriales modernas es posible conciliar el desarrollo económico y el
social junto con la protección del ambiente, es decir, sustentabilidad
integrada por sus tres componentes esenciales. Siguiendo esta mega tendencia,
la bioeconomía actúa como marco de referencia actual para la cría comercial de
organismos acuáticos (acuicultura). Tenemos en este marco un mejor
aprovechamiento de los recursos que se traduce en una mayor
rentabilidad frente a las economías tradicionales, ya que los desechos
generados por este tipo de producciones no son descartados sino que son
reutilizados como materias primas.
La acuicultura por su parte es una realidad que
llegó para quedarse, representando en la actualidad más del 50 % del
total mundial de la producción de pescados y mariscos, siendo al mismo
tiempo la actividad de mayor crecimiento en el segmento de la agricultura. Es
un hecho seguro y certero que tendrá un crecimiento en volumen sin precedentes,
con una producción adicional de 30 millones de toneladas para el 2030, y de
47,5 millones de toneladas para el 2050.
En esta expansión mundial e inevitable de la
acuicultura, de la cual también formaremos parte, ¿nos posicionaremos como
verdaderos “adoptadores tempranos” haciendo uso de las nuevas tecnologías para
el beneficio colectivo? o ¿seremos los “rezagados”, los dinosaurios, presos
sistemáticos de la repetición de los errores del pasado, adoptando tecnologías
tradicionales ya obsoletas? Para contestar estas preguntas debemos primero
formular otras. Quienes toman decisiones de tamaña envergadura en Argentina
¿saben acerca del potencial de las especies autóctonas con tecnologías de
cultivo ya desarrolladas en Argentina? ¿Saben del impacto irreparable que
provocaría la implementación de una industria tradicional en plena decadencia,
basada en una especie exótica?
Empecemos a definir entonces los conceptos
necesarios para responder a estas cuestiones.
Diferencias entre sistemas
comerciales de producción de peces
Cuando hablamos de piscicultura marina debemos
diferenciar entre los dos sistemas comerciales de cría predominantes utilizados
actualmente, el cultivo tradicional en “Jaulas” en el mar, y
los denominados sistemas “RAS” por su sigla en inglés
para “Sistemas de Recirculación para Acuicultura” ubicados en
tierra firme.
Las jaulas
Las Jaulas son sistemas de contención abierta, en
contacto permanente con la masa de agua circundante, no existe barrera entre
los peces y el ambiente. La posibilidad de contacto con patógenos,
contaminantes, y corrientes de características fatalmente adversas para
los peces, es permanente. Por otro lado el excedente de alimento
balanceado se deposita en el fondo junto con las heces causando el agotamiento
del oxígeno. Además, el amonio y los fosfatos disueltos se liberan al agua en
grandes cantidades y promueven eventos de marea roja catastróficos. También
debemos tener en cuenta las interacciones negativas de este sistema con la
población local de mamíferos marinos. Cada rotura de una jaula se traduce en
escapes de miles de animales de cultivo hacia mar abierto, los cuales pueden impactar
muy negativamente en las poblaciones salvajes de otros peces.
Veamos ahora algunos datos y hechos de esta
industria por el mundo. El uso de antibióticos no se niega en Noruega ni en
Chile (principales productores de salmón), habiéndose comprobado la resistencia
antimicrobiana que ha generado el uso indiscriminado de estas drogas.
La última noticia impactante que tuvo lugar en el
vecino país, ha sido el escape de casi 700.000 salmones recién tratados
con antibiótico y no aptos para consumo de las jaulas de una de las
firmas noruegas más importantes en producción de salmón a nivel mundial.
Debemos destacar que este tipo de eventos no es para nada excepcional, de esta
manera la industria tradicional genera crisis ambientales todos los meses.
Al menos 70% de la industria salmonera chilena se
encontraba en la Región de Los Lagos hasta el 2016, y ya se advertía en aquel
entonces que dichas empresas estaban migrando peligrosamente hacia los
mares australes, escapando de sus propios desastres.
Cada vez son más amplias y frecuentes las
limitaciones regulatorias y ambientales en diferentes países, que hacen de esta
una industria convencional, a la que le resulta imposible cumplir
satisfactoriamente con una demanda creciente a nivel mundial.
Los RAS
En contraposición, tenemos los mencionados sistemas
RAS, integrados por grandes tanques de contención cerrada, donde se
recircula/reutiliza hasta el 99% del agua que fluye a través de las unidades de
cría y filtración, manteniendo los parámetros de calidad de agua en niveles
óptimos de bienestar y crecimiento. Son en la actualidad la solución
clave para una producción de peces a gran escala, ecológicamente sostenible y
rentable al mismo tiempo. Luego de 25 años de desarrollo estamos frente a
la “Tercera generación” de sistemas RAS, los próximos 10 años serán una
etapa de crecimiento exponencial para esta tecnología, es lo que se llama una
verdadera “ventana de oportunidad”.
Los RAS dan la posibilidad de evitar
totalmente el uso de antibióticos u otras drogas y se evitan
escapes, pérdidas y costos de mitigación. Atiende las necesidades del mercado
pudiéndose ubicar en cualquier sitio, y permiten una oferta estable de pescado
de mayor calidad durante todo el año. Los desechos sólidos producto de las
heces se colectan y se deshidratan para luego ser utilizados en la
producción de biogás o como fertilizante agrícola. El efluente rico en nitratos
y fosfatos se utiliza para hacer “acuaponia” y producir vegetales orgánicos
para consumo humano.
Los costos operacionales son ahora comparables y
están próximos o por debajo de los cultivos en jaulas. Los costos capitales
eran relativamente altos para los RAS, sin embargo ya son varias las empresas
que vieron que la escala da una estructura de costos altamente
competitiva. En Chile ya están disminuyendo las pisciculturas
operativas (salmón en jaulas) y aumentando las instalaciones RAS.
Sabemos entonces que existen RAS adecuados para la
producción de salmón de calidad en diferentes partes del mundo, en
funcionamiento y operativos, y otros tantos en etapa de diseño y
construcción, en total armonía con el entorno. Este desarrollo ocurre
vertiginosamente con los números que cierran tanto técnica como
financieramente, y como consecuencia ya se ven nuevos cultivos de otras
especies a escala industrial en RAS. Para el 2020 se espera tener una
producción mundial en estos sistemas de alrededor de las 200.000 t de salmón y
otros peces, otorgando puestos de trabajo, genuinos y sostenidos en el
tiempo.
Entonces, ¿Por qué ir en la dirección
opuesta? ¿Por qué no empezar directamente con RAS en Argentina en lugar
de abrirle la puerta a la producción en jaulas?
Posicionamiento
En Tierra del Fuego, Argentina, se está financiando
con US$ 95.000 a una agencia noruega, para que realice una supuesta evaluación
de factibilidad y nos diga cuantas jaulas pueden poner los noruegos mismos en
el canal Beagle. Ahora bien, esta misma agencia a su vez apoya financieramente
a la empresa Noruega considerada la mayor inversora en la escena internacional
de los mega proyectos RAS totalmente sustentables. Está claro que Noruega sabe
cuál es la dirección a seguir, ¿porque tomar un modelo de producción obsoleto
que ellos mismos están dejando atrás?
Tenemos el privilegio de empezar de
cero, en Argentina no existen a nivel comercial ni las jaulas ni los RAS,
aprovechemos esa ventaja, haciendo las cosas bien desde el principio. Sabiendo
que los costos entre uno y otro son similares, no cabe duda cual sería la
elección, ya que lo que no es similar, es la calidad final del producto y el
grado de impacto ambiental y social.
Por otro lado, irónicamente Argentina en
los últimos años ha desarrollado la tecnología de cultivo de tres especies
nativas de peces marinos, en sistemas RAS. La última es
el pez limón, globalmente conocido como “Yellowtail Kingfish”
o “Hiramasa”, especie que a nivel mundial se empieza a establecer como
alternativa superadora al salmón, con una mejor calidad de carne, un
mayor precio de mercado, y siendo cultivada en plantas RAS con costos
similares. Los tomadores de decisión implicados parecieran desconocer
este desarrollo, en el cual la investigación e innovación realizadas han sido
reconocidas a nivel internacional.
Quienes promovemos el cultivo sustentable, sabemos
que no somos ajenos a la comunidad gastronómica de Chefs y consumidores
conscientes que quieren saber que están comiendo, condenando industrias con
impacto ambiental, y apoyando en cambio los emprendimientos sustentables. En
Tierra del Fuego esta comunidad no es la excepción, y ya se ha
posicionado en contra de las salmoneras.
La provincia de Tierra del Fuego está íntimamente
vinculada al canal Beagle, un mar prístino que sirve de pasaje entre dos
océanos, área de cría para larvas de peces nativos que se protegen entre los
bosques de cachiyuyo, junto con su recurso emblema, la centolla, especie
autóctona, que se viene a degustar a Ushuaia desde todas partes del mundo.
De seguir en la dirección oficial planteada hasta
ahora, Argentina pondría en grave peligro la riqueza única de este ecosistema,
y avanzaría en un modelo acuícola que va a contramano de los países y mercados
del primer mundo, con creciente orientación hacia el consumo orgánico, y que
entienden que la producción intensiva con tecnologías tradicionales implica un
riesgo grave para el ambiente y las poblaciones. Son los países y mercados que
comprenden que “…no se puede hacer ningún negocio en un planeta
muerto…”. Las comunidades científicas de Tierra del Fuego y de nuestro
vecino país, Chile, nos están alertando desesperadamente, tomemos este
privilegio y no hagamos “oídos sordos”.
Tenemos la posibilidad única de desarrollar una
nueva industria en Argentina, tenemos los medios, las capacidades y las
tecnologías desarrolladas a nivel local con especies autóctonas de mayor
valor, preservemos al Beagle, fomentando el uso de estos nuevos
sistemas de producción realmente sustentables.
(*) Biólogo especializado
en el desarrollo de sistemas de cría sustentables para organismos marinos.
domingo, 7 de octubre de 2018
Ser pescador artesanal en Argentina: una profesión de riesgo... o una profesión en riesgo?
En resumen: la falta de políticas públicas que protejan al sector más vulnerable producirá casi seguramente la desaparición de ese sector, que deberá ir a trabajar de otra cosa a los cinturones suburbanos de las ciudades más grandes, ya pobladas de gente con diversos oficios que deben abandonarlos por falta de valorización de esos trabajos.
Los pescadores artesanales corren peligro de extinción
Son los primeros que sufren las consecuencias de una excesiva explotación de mares y ríos, que ponen en riesgo la sustentabilidad de los recursos pesqueros.

Pescadores en plenas tareas. Foto: Télam/ Carlos Cermele
por María Aguirre
Los pescadores artesanales de la costa argentina subsisten en la periferia de un sistema que los condena a la informalidad, que los corre de sus territorios de origen a medida que avanza el desarrollo turístico y que niega su derecho histórico y cultural a conservar un oficio heredado de generaciones anteriores, con técnicas que no depredan la fauna ni agreden el ecosistema.
Todos los días, sin francos ni feriados, Rodolfo Morales empuja su lancha de 6 metros de eslora sobre el agua fangosa y sale con las redes a probar suerte en la Bahía de Samborombón. “Las vacaciones nos las impone el mal clima o alguna rotura de motor”, sonríe resignado.
Ayer volvió sólo con dos cajas: lisas, corvinas y palometas. Una pobre recompensa, lejos del ideal de diez o quince cajones que justifican los 100 litros de combustible que se necesitan para salir a pescar, explica este hombre de 54 años, padre de tres hijas, que en el 2008 debió dejar su ciudad natal, Chascomús -cuando “prohibieron y corrieron” a los pescadores artesanales-, mudarse a Pipinas y aprender sobre mareas, a la altura de las desembocaduras del Samborombón y el Salado sobre el Río de la Plata.
“No podemos pescar en invierno porque unas 30 embarcaciones de Mar del Plata vienen por la corvina rubia y negra, se meten en la zona costera y arrasan con todo, se llevan puestas las redes nuestras”, se queja sobre el sistema de arrastre de esos pesqueros, uno de los más dañinos e invasivos del ecosistema.
La llegada de días más cálidos y largos renuevan las esperanzas de Morales y alivian el mal trago que sufrió su cooperativa, Coopechás, fundada en el 2010 entre seis familias, que llegó a vender 9.500 kilogramos de pescado fresco durante la Semana Santa del 2012 en los mercados populares de La Boca, Villa Carbonilla, Chacarita, villa 11.14 y Barracas, a un precio que no llegaba a la mitad de lo que entonces se pagaba en pescaderías y supermercados.
Víctima de una estafa en la renta a 10 años de un terreno, Copechás perdió dos cámaras frigoríficas, una planta de fileteo y una pequeña fábrica de harina de pescado, retenidas ahora por el dueño del predio que dijo desconocer que su propiedad había sido subalquilada.
“Los permisos de pesca los tienen los frigoríficos y Prefectura no se mete con ellos; por eso muchos pescadores prefieren trabajar para las empresas y no tener problemas para salir a pescar, aunque les paguen mucho menos de lo que podrían ganar por su cuenta”, relató Morales y detalló que los marplatenses pueden cargar alrededor de 2.700 kilogramos de corvina rubia por embarcación, que venden a 11 pesos el kilo a los frigoríficos.
La cadena de frío necesaria para el traslado del pescado y la logística de venta son algunas de las mayores dificultades de los pescadores artesanales, además de que los dos puertos privados de la zona, el Virgen de Luján y el Salado, les prohíben los amarres y las descargas. “Cambian los gobiernos, pero la pesca siempre está manejada por las mismas manos”, deslizó Morales y mencionó con nombres y apellidos la sociedad político-empresaria que controla permisos, cuotas y ventas de pescado en la provincia de Buenos Aires.
“Los dirigentes no entienden que no se trata sólo de un permiso de pesca, sino de toda una vida dedicada a esta actividad y de la comida en la mesa de las familias”, insistió.
Como ejemplo de la paradoja, en Chacomús, unas 22 familias viven de la pesca artesanal en forma ilegal porque están prohibidas en las 7 lagunas de la zona. Por un cajón de pejerrey ganan unos 2.000 pesos, pero no pueden venderle a los restaurantes de esa zona turística. También eso les está vedado, aunque el filet se destaca en los menúes como la especialidad de la casa, a precios que no bajan de los 150 pesos.
“A alguien les compran, ¿no?”, se preguntó Morales, entusiasta de la idea de que por fin los pescadores artesanales se den cuenta que deben unificar esfuerzos en una asociación que le dé peso de negociación al sector.
“El filet de lisa en Verónica (ciudad distante a 15 kilómetros de Pipinas) cuesta 90 pesos, pero a nosotros no nos dejan venderlo ahí, entonces lo trasladamos en camionetas con barras de hielo hasta Buenos Aires y aún así, con ese gasto, podemos venderlo a 50 pesos”, graficó.
Rodolfo recordó con nostalgia la creación de la Dirección Nacional de Pescadores Artesanales, durante la gestión del dirigente social Emilio Pérsico al frente de la subsecretaría de Agricultura Familiar de la Nación y reivindicó la idea del gobierno kirchnerista de “ayudar y formalizar a los pescadores desde Magdalena hasta Mar del Plata, capacitarlos y extender esa organización a los compañeros del litoral”.
La pesca artesanal marítima es la de mayor relevancia económica, con una plataforma continental de 769.400 kilómetros cuadrados y una rica fauna ictícola, donde se disputan grandes intereses entre la soberanía nacional, el derecho a fiscalizar, la pesca industrial y la pesca a pequeña escala, junto a la sustentabilidad del recurso.
“La pesca es como el juego de azar: casi siempre perdés y alguno que otro día te sacás un premio grande”, resume Pablo Bustos, referente de la Asociación de Pescadores Artesanales de la ría de Bahía Blanca y quien vive desde hace 33 años exclusivamente de la captura de pescadillas, corvinas, palometas y gatuzos.
Padre de seis hijos, Bustos integra un grupo de 30 hombres que salen con sus lanchas a esas aguas, un estuario formado por el ingreso del mar a la cuenca de un río, donde este año se registró “la peor pesca de los últimos diez”.
Los pescadores artesanales son los primeros que sufren las consecuencias de una excesiva explotación de mares y ríos, que ponen en riesgo la sustentabilidad de los recursos pesqueros, con la captura a gran escala de barcos de gran porte que intrusan el límite entre las millas 12 y 201.
Además de alterar el ecosistema, la depredación de las aguas dejó en los últimos años al borde del colapso algunas de las principales especies comerciales y quebró la estabilidad económica de los pescadores de baja escala.
“La pesca es mínima y a veces nula, tenemos que hacer hasta 60 kilómetros para encontrar peces; estamos en una situación desesperante; se acumulan los impuestos sin pagar y se hace difícil mantener una mesa digna”, insistió Bustos y pidió al gobierno que “se haga cargo en forma urgente” de la situación de los pescadores porque no tienen “a quién recurrir”.
La rotunda merma de peces tiene su origen en la contaminación que ocasionó el funcionamiento del Polo Petroquímico de Ingeniero White, por lo que en el 2010 la asociación presentó una denuncia judicial y exigió, por un lado, que las empresas realicen inversiones para la recuperación del agua, y, por el otro, que el municipio deje de direccionar los desechos cloacales a la ría.
Los trabajos de dragado también ahuyentaron a los peces, que no viven en esas aguas, sino que hacen su paso por la ría entre septiembre y abril de cada año.
“Vacían el sedimento dragado en zonas de pesca o en sus adyacencias y eso hace que el fondo cambie dramáticamente y que sepulte en minutos la flora y fauna; el continuo depósito de desechos creó bancos donde no los había y eso afectó la normal migración de especies que entraban a la ría en distintas épocas del año y ya no lo hacen”, explicó Bustos.
Como la captura del camarón y del langostino tiene sus “altibajos”, los pescadores artesanales se fueron acostumbrando a ganarse el día con pescadilla, corvina, gatuzo, pejerrey, lenguado, lisa y palometa, entre otras especies, pero en los últimos años cada vez es menor la variedad de peces que entran a la ría.
Los llamados pescadores artesanales no sólo deben lidiar con los magros resultados económicos que les da actualmente la pesca, sino también con la competencia desleal de embarcaciones ilegales y con el poder de acción de pesqueros más grandes, o con propias factorías a bordo, que trabajan asociados a frigoríficos de la costa.
“En Monte Hermoso, por ejemplo, de 120 embarcaciones, sólo 20 tienen los permisos en regla”, graficó Bustos, para quien la situación es “grave” y la ecuación por lo general revela que -en algunas zonas de la costa argentina- la cantidad de pescadores ilegales es cinco o seis veces mayor a la de quienes están autorizados.
Advirtió que Prefectura “o no tiene los medios para controlar, o no tiene voluntad” y aseguró que, cada tanto, esa fuerza se “ensaña” con las lanchas chicas y las “vuelve locas con controles”.
Otra de las dificultades pasa por los permisos de pesca. Los pescadores artesanales trabajan en aguas fiscalizadas por la provincia y deben renovar sus autorizaciones anualmente.
“Los permisos son una herramienta de apriete”, denunció Pablo y advirtió sobre cierto “manejo discrecional” de las autorizaciones, casi siempre atado a los “vínculos” que los intendentes tienen con empresarios locales.
Casi en el extremo sur de la provincia de Buenos Aires, en la Bahía San Blas del partido de Patagones, los pescadores artesanales perdieron en el 2008 su derecho histórico de pescar.
Un fallo judicial desoyó entonces el legítimo interés de los pescadores, fundadores de la villa a principios del siglo XX y quienes hasta entonces desarrollaron su actividad en forma sustentable, con apenas una participación de 16 embarcaciones de captura y durante sólo dos meses al año, entre octubre y diciembre.
El peso económico del sector turístico avanzó sobre la pesca artesanal y congeló su práctica, pese a que sólo era desarrollada con redes agalleras de fondo, dirigidas a una única especie, el gatuzo.
En Bahía Anegada, por ejemplo, los desembarques totales no alcanzaban en promedio el 2 por ciento de la captura de gatuzo en todo el país, pero la actividad sostenía la economía de todo un año de los pobladores locales.
Paradójicamente, en los últimos años se multiplicó la actividad hotelera en la región, con una fuerte impronta en pesca deportiva y esparcimientos náuticos. Las aguas están prohibidas para los pescadores artesanales, pero no para las lanchas de turistas y visitantes.
De hecho, desde hace más de una década, Bahía San Blas recibe cada Semana Santa un millar de pescadores deportivos que participa de un concurso de seis horas, que premia a los ganadores con autos cero kilómetros, de acuerdo al peso de su pesca. En esa época, las 3.500 plazas de alojamiento de la bahía están ocupadas.
(*): Del equipo de investigación de la agencia Télam.
Desovillando el ovillo: porqué no despega la acuicultura en Argentina?
Desde hace varios años se habían venido intentado diversas iniciativas, que ustedes pueden conocer a través de las distintas entradas de este blog. Incluyeron planes estratégicos, conformación de mesas sectoriales, colaboración interministerial, coordinación entre las distintas provincias y el estado nacional, entre otras cuestiones. Se intervino también desde las universidades y el CONICET, fundaciones y Clusters, organizaciones no gubernamentales y actores privados. Se puede pensar, y así lo hacen algunos colegas, que eso no sirvió de mucho, mirando simplemente los números de la producción nacional. Debió haberse hecho otra cosa, dicen los colegas, y tal vez tengan parte de razón. Lo que nunca estuvo allí fue el interés de inversores dispuestos a meterse en la actividad.
A día de hoy, lo construido de esta forma no deja ver resultados concretos positivos y traducibles en toneladas de pescado llegando al mercado (excepción hecha para el pacú). Lo avanzado se puede atribuir a la tozudez de funcionarios que no responden al perfil que dice la nota, a técnicos que se han echado al hombro la tarea de trabajar en condiciones poco favorables y a contrapelo de políticas públicas orientadas a otras cosas, a científicos que siempre creyeron en que lo que hacían aportaba al crecimiento acuícola y a productores e inversores que siguieron apostando a eso. Cada uno de estos actores tiene también sus cuestiones, no vaya a creer que todos somos buenísimos y hermanos de lucha, no...
En fin, aquí les comparto la nota de Artemia Salinas, ojalá sirva para que, cada uno en la realidad que le toca vivir, pueda preguntarse qué hacer...

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